Es una realidad que alrededor del mundo, millones de niños dejan de estudiar por no tener el dinero suficiente, lo que los lleva a tener que trabajar desde muy pequeños, aunque en apariencia esto esté prohibido por las autoridades, para ayudar a la economía familiar, o bien, son explotados por adultos.
Leonardo Nicanor Quinteros tiene 12 años y vive en el barrio de Las Piedritas, en Argentina, y se dio cuenta de que muchos niños se la pasaban vagando por las calles, así que le dijo a su abuela, Ramona Quinteros, que quería ayudarlos a que tuvieran un mejor futuro, a través de la educación.
La abuela atendió el llamado y le dijo que en el patio de su casa podía construir su sueño: una escuela para todos esos niños que por una u otra razón no acuden a la escuela, o que quieren reforzar sus estudios.
Con palos y lonas, Nicanor puso manos a la obra y levantó su escuela, a la que nombró “Patria y Unidad”, y en 4 años que lleva operando, ahora ya tienen 3 aulas, donde se imparten clases para niños que van a un nivel inicial, otra para quienes reciben conocimientos de primero, segundo y tercer grado, y una más para los de cuarto, quinto y sexto.
Cerca de 36 niños son los que acuden regularmente a tomar sus clases diariamente, y al principio usaban cajas de madera para transportar verduras como sillas y mesas, y elementos que tenía a la mano; en lugar de pizarrones usaban cartones.
Gracias al apoyo de su familia y de los vecinos del barrio, ya tienen pizarrón, una campana para anunciar la entrada y la salida, un micrófono y bocina para rendir honores a la bandera que ondea ya en esta escuela, así como un botiquín de primeros auxilios.
Algunos compañeros de Nico, como es conocido, le ayudan a impartir las asignaturas, y también algunos adultos han comenzado a acudir a tomar estas clases.
También tiene un pequeño espacio que usa como su oficina, ya que, por supuesto, él es el director de la escuela, la cual pretende que funcione como cualquier otra, y va en esa ruta.
Por la mañana, Nico es alumno en la secundaria, y luego hace un recorrido de 40 minutos en bicicleta para llegar a su escuela y comenzar las clases. No falta a ninguna de las dos, pues en la primera, sabe que debe aprender para poder enseñar, y en la segunda, su compromiso es enorme con los niños a quienes les comparte sus conocimientos.
Su abuela Ramona prepara algo de té, y en ocasiones, pues los recursos no son abundantes, algo de comida, que ofrece a los alumnos durante el recreo; esto ha llevado a Nico a querer dar un paso más y conseguir los recursos necesarios para tener también un comedor.
La realidad de muchos de estos alumnos es que en ocasiones en sus casas no hay nada para comer, por lo que Nico pretende no solo alimentar sus cerebros, sino sus estómagos, lo que hace más evidente la nobleza y la visión que tiene este pequeño.
La voluntad de trascender, de lograr sus objetivos y sobre todo, de compartir con los demás, llevarán muy lejos a Nico y a su comunidad, no tenemos ninguna duda.
Créditos: https://www.laguiadelvaron.com/